ANTONIO RIVERA

«El Ángel del Alcázar»

(19161936)

 

Antonio Rivera , el que un día será llamado «El Ángel del Alcázar», nació en Riaguas de San Bartolomé, provincia de Segovia, el 27 de febrero de 1916. Tenía medio añito cuando su padre, el doctor Rivera Lema. médico del pueblo, decidió trasladarse a Toledo con su familia. compuesta por el matrimonio, el pequeño Antonio y una hermanita de apenas dos años.

Más tarde la familia Rivera se trasladó a otra casa de la Plaza de la Ropería, más soleada. Y allí fue creciendo Antoñito, en un clima de tierno cariño y a la vez de rectitud y disciplina: su madre disfrutaba con sus hijos y les prodigaba un amor entrañable: el doctor Rivera, con su sola presencia ya mostraba que las cosas hay que hacerlas bien, con ganas. porque valen la pena.

Los niños aprendieron de su madre las primeras letras y rudimentos de Historia Sagrada, Catecismo, Historia de España, ademas de infinidad de cuentos bonitos. Después, para no separar a los dos hermanos, los padres decidieron que iría a casa a darles lecciones una profesora amiga de la familia. Cada semana. de la mano de la profesora. iban los dos hermanos a la Catedral a confesarse con un anciano sacerdote que era a la sazón arcipreste y en 1936 murió mártir de Cristo.

Corrían los años de la guerra de África. Cuando el desastre de Annual, la madre les hacía rezar de rodillas una oración "por los soldados de España" compuesta por el padre de un soldado muerto. Los dos hermanitos tuvieron ocasión de vivir de refilón la realidad de aquella guerra en la angustia de su «señorita», que un día no fue a darles clase porque «los moros habían matado a su novio, que era teniente»...

LA FORJA DE SU ALMA. En mayo de 1922 recibió Antoñito la Primera Comunión en privado y le acompañó solamente su padre. Así empezaba aquel día, por cierto fiesta de Pentecostés, un como anticipo de la unión en el apostolado que padre e hijo llevarían a cabo andando el tiempo.

En 1926 comenzó Antonio el bachillerato en el Instituto General y Técnico de Toledo. Sacaba buenas notas, sin ser lo que se llama un empollón, y alguna vez demostró que si se terciaba también sabia batirse para poner las cosas en su punto. Era amigo de todos y aunque sus dotes naturales le predisponen al liderazgo, él siempre prefiere ganarse a todos con un sincero aprecio. Su natural bueno y optimista. que le hace ver siempre el lado bueno de las cosas, y su sencillez, le granjean las simpatías.

Pasan los cursos y los años, cae la Dictadura de don Miguel, cae después la monarquía. Los partidos izquierdistas están en ebullición: la FUE Federación Universitario de Estudiantes organiza huelgas y provoca a los alumnos católicos. Antonio, en vista de la situación, se afilia a la FEC Federación de Estudiantes Católicos. Son meses de actuación y creatividad: el padre Gafo con sus Sindicatos Profesionales, don Ángel Herrera con sus discursos, el cardenal Segura con sus requisitorias en favor de una elevación de los haberes del Clero hasta unos niveles dignos...

A poco de proclamarse la República arden los conventos en Madrid, Andalucía, Valencia y Murcia. El Corpus en Toledo se celebra sin ningún relieve oficial: sólo el pueblo fiel acompaña la maravillosa Custodia de Arfe con el Señor Sacramentado por las evocadoras calles de la Ciudad Imperial. Arrecia la campaña de calumnias contra el cardenal Segura, que es detenido en Guadalajara y expulsado de España.

MANOS A LA OBRA. El doctor Rivera Lema actúa, por su parte en las filas de Acción Nacional, entre motines, disparos, huelgas y algaradas. En mayo del 31 aparece la Encíclica Quadragesimo Anno del Papa Pío XI sobre la cuestión social. El Pontífice acepta la renuncia del cardenal Segura al Arzobispado de Toledo "por la paz de España". El vicario capitular que le sustituye, se da cuenta de la difícil situación espiritual de la archidiócesis. Así que es aprobado el Reglamento de la Juventud Católica por el gobernador civil de la provincia, se cita a los socios a una Junta General. son nueve entre todos, y Rivera hijo uno de ellos. Y a trancas y a barrancas emprenden la recristianización de la diócesis.

Los alumnos del Instituto afiliados a la FEC. ante las continuas huelgas de la FUE y las provocaciones de organismos estatales. Sindicatos revolucionarios, partidos de izquierda y el mismo Gobierno, reaccionan virilmente y, por la fiesta de Santo Tomás de Aquino, hacen la presentación oficial de la Juventud de Acción Católica en la sede de la FEC.

Antonio Rivera veía que se atacaba a Cristo, a la Iglesia y a España, y se propone no ser neutral en el combate, en legítima defensa de unos valores que él siente suyos y que son atacados injustamente. Y acude allí donde entiende que puede ser útil. A los 16 años le hacen presidente de la Federación Toledana de la FEC. Sin falsa modestia, esperándolo todo de Dios, acepta el cargo y se dispone a arrostrar sus responsabilidades. Su preocupación principal es la formación de sus compañeros y a tal efecto organiza cursillos. círculos de estudio, semanas de religión, apologética, moral, filosofía... Su consiliario le invita a ingresar en la Asociación Católica Nacional de Propagandistas y se le admite a pesar de su extrema juventud.

Se defiende de la acusación de ser políticos que les lanzan los de la FUE y él contraataca poniendo al descubierto que son ellos los que han metido la política en los centros escolares.

 

Lleva a cabo una actividad asombrosa organizando actos, escribiendo, dando mítines, firmando manifiestos, defendiendo sus ideales y denunciando la labor que se realiza contra la Iglesia y las convicciones de los creyentes. Por aquellas fechas el doctor Rivera Lema es elegido presidente de la Asociación de Padres de Familia; de manera que, padre e hijo se multiplican po aquellos pueblos de Toledo, fundando, organizando y dando la cara en toda ocasión a las provocaciones de los enemigos de la Iglesia. Había que hacer ahora precisamente lo que no se había hecho en muchos años de desidia y acomodo.

 

En un curso de moral y sociología cristiana que ha organizado, Antonio habla de los problemas de la actualidad y se preocupa también de la fundación de becas para compañeros sin recursos económicos.

FRUTOS LOGRADOS.A las pocas semanas aquellas becas para estudiantes pobres son ya una realidad, y un niño y una niña de los catecismos parroquiales pueden ir al Instituto gracias a la ayuda de los estudiantes católicos. Por su parte, el doctor Rivera Lema, al frente de la Asociación de Padres de Familia, lleva a término la iniciativa de la creación de un Patronato. con el debido soporte económico, «para defender el precioso tesoro de la inocencia y candor de los niños toledanos»...

El día 2 de julio de 1933 entra en Toledo por Olías del Rey el nuevo arzobispo primado, doctor Gomá. Es recibido en la Catedral con toda la pompa y las galas antañonas de sus ilustres antecesores los Portocarrero, los Mendoza, tos Cisneros... Su programa es hacer todo el bien y evitar todo el mal posibles. El día 10, los dos Rivera, padre e hijo, al frente de las Asociaciones que presiden, son recibidos por el doctor Goma. que les dice: «He aquí el secreto de toda acción fecunda y duradera: ver las cosas a la luz de Dios y con el sostén omnipotente de la Gracia». Y como obras son amores, el 27 de aquel mismo mes se anuncia el proyecto de una Casa Social Católica, y el 28 empieza a actuar la "Cruzada de la Enseñanza". en favor de las escuelas católicas privadas.

SIEMPRE ADELANTE.A finales de 1932 se clausura en Santander el II Congreso Nacional de la Juventud Católica, al que asisten 3.000 jóvenes de toda España, que en las naves de la Catedral hacen oír reciamente sus voces juveniles: «Juramos defender a Jesucristo y a su Iglesia hasta la muerte». Los observadores extranjeros hablan de "la locura de Santander".. Gracias a esta locura, años más tarde España quedará regada, de Norte a Sur y de Este a Oeste, por la sangre de estos jóvenes que sabrán cumplir, varonilmente, lo que ahora juran, Pero para llegar a la meta se necesita un camino cierto, y este camino sobrenatural lo centran los de Santander en la práctica de los Ejercicios Espirituales y una intensa vida interior.

 

El delegado de Toledo que regresa de la Montaña anuncia entusiasmado a Rivera que la próxima Asamblea Nacional, por acuerdo adoptado, se celebrará en Toledo. Antonio siente rebullir en su pecho las ansias de apostolado. Pronto el doctor Gomá le nombra presidente de la Comisión Organizadora de la IV Asamblea. A primeros de agosto publica Rivera un Manifiesto a la Juventud Católica de España, invitando a todos a la Asamblea y a "la reconquista espiritual de los pueblos todos de la querida Patria"....

Llega el día de la anunciada Asamblea. La Casa del Pueblo socialista y la Unión local de Sindicatos de la UGT declaran la huelga general para protestar contra la marcha fascista sobre Toledo». En sus pasquines llaman "perros" y "buitres negros" a los jóvenes estudiantes que en uso de sus derechos, se aprestan a reunirse legalmente.

Los piquetes de huelga alteran el orden por las calles. Antonio se desvive por estar en todas partes. y se preocupa por recibir a los muchachos que llegan por la noche en tren, y de acompañarles a sus alojamientos, afrontando las agresiones de los huelguistas...

 

Sería prolijo enumerar todos los actos en que intervino Antonio, todos tendiendo a la misma meta y cada vez con el norte más lúcido, por que cada vez es mayor su unión con Dios y mayor la frecuencia de sus Ejercicios Espirituales, que forjan y templan su carácter. Por eso no es de extrañar que, cuando en España se presentó la ocasión de demostrar con obras, lo que tanto se había encarecido de palabra, Antonio Rivera y tantos miles de jóvenes españoles se sintieran dispuestos a dar su vida en aras de los ideales tan largamente acunados.

CONTRA VIENTO Y MAREA. Mientras tanto, la República va legislando en contra de los derechos de la Iglesia. Se decreta la disolución de la Compañía de Jesús y la prohibición de enseñar a las órdenes religiosas. En junio de 1933 la Conferencia de Metropolitanos hace público un documento contra la Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas, que "viola la líbertad de la Iglesia" y "la despoja de sus bienes materiales imprescindibles ". Una pastoral del arzobispo primado se hace eco de la gravedad de la situación. También el Padre Santo, en la Dilectissima nobis, alienta a los católicos españoles en «la defensa de la Fe contra toda clase de insidias», denunciando las injusticias que se cometían "en nombre de la libertad", con disposiciones «contrarias a los derechos de los ciudadanos» y «hostiles a la Iglesia».

La V Asamblea se celebra en Madrid. La VI en Cofrentes, Valencia, y Antonio viene entusiasmado de ella. La JACE tiene ya en España más de mil centros, 45.000 militantes, de los que 12.000 han hecho Ejercicios, 500 bibliotecas...

Son los frutos de la oración, la acción y el sacrificio. El lo tiene claro. Su consigna es, de siempre: "Conquístate tú; luego conquistarás a los demás".

EL GRANDIOSO ENCUENTRO.En marzo de 1934 se organiza la gran peregrinación a Roma de la Juventud de AC para ganar el Jubileo del Año Santo. Sale de Barcelona un tren de 22 unidades, largo de 250 metros, que, en 36 horas seguidas sin apenas paradas, lleva a la Ciudad Eterna a mil jóvenes españoles, llenos de entusiasmo y disciplina. El viaje es fatigoso, sin comodidades, Van con ellos el arzobispo primado y el obispo de Santander, que contemplan maravillados el espíritu de sacrificio y la autenticidad de aquellos jóvenes, que son promesa de la Iglesia y de la Patria.

A su paso por las vías de la Urbe los italianos se asombran ante aquella multitud de jóvenes militantes. Comienzan los actos: visita a las Catacumbas, hora santa en San Pedro, especialmente invitados por el Padre Santo. Vía Crucis en el Coliseo bajo una intensa lluvia. Los jóvenes se arrodillan en el barro, levantan en vilo al señor arzobispo, emocionado hasta casi perder el habla. Les dice: "Hijos..." y no puede continuar. Rompe por fin a hablar y un mar de recios sollozos invade aquella masa ferviente de piedad. Les había de Cruz y persecución, de dar la sangre y la vida por Cristo y por la Patria que la Cruz de Cristo ha hecho gloriosa...

El encuentro con el Papa es apoteósico: aquel augusto anciano que tanto amaba a España, se siente reconfortado por aquella muchedumbre viril de jóvenes, vibrantes de fe y amor a Jesucristo. Antonio volvió de Roma todavía más enfervorizado, dispuesto a dar la vida por el Sumo Capitán.

LA VIDA SIGUE.Vive después las fechas dramáticas del 6 de octubre y sus secuelas, y se preocupa hasta de atender, de alguna forma, a los hijos de los mineros muertos o encarcelados. En diciembre de 1935 el doctor Gomá es creado cardenal. En enero del 36 termina Antonio su carrera de abogado. Después de las elecciones del 16 de febrero las cosas van de mal en peor. En marzo hace Ejercicios Espirituales en Madrid con el padre Caballero, que luego ejercerá su sacerdocio heroicamente de capellán en el frente de combate. En estas Ejercicios, Rivera ve que ya no es tiempo de planes terrenos, sino de dar la vida por Dios. Y escribe: «Por mí nada puedo. Pero en Dios lo puedo todo.» «Las ciudades de la Pentápolis no se salvaron, porque faltaba un justo. La salvación de España puede depender de mi santificación.» Por eso, cuando el 21 de julio le llega el gran dilema, Antonio se encierra en el Alcázar voluntariamente, porque cree que debe inmolar su vida para satisfacer a la justicia divina. El concebía a España como una misión de apostolado, y ofreció su vida creyendo participar en esta misión. Pío XII confirmó años después que los combatientes católicos españoles defendieron los valores eternos de la religión «con espíritu de cruzados».

 

SIN VOLVER LA VISTA ATRÁS.En el Alcázar se propuso ser un soldado más de España, y además ejercer su apostolado entre aquellos hombres y mujeres en tan especial situación. Y lo llevó a efecto de manera magistral, animando a todos, elevando su espíritu, fomentando la oración en común, aclarando dudas e infundiendo un optimismo que tenía algo de sobrenatural. Allí practicó y repitió mil veces su consigna: «Tirad, pero tirad sin odio» Obedeció siempre las órdenes del mando y se ofreció voluntario a misiones durísimas. En una de éstas, la recuperación de una ametralladora en riesgo de caer en manos enemigas, Antonio fue herido en un brazo y vio cómo el cadete que le acompañaba en la misión caía con un pie destrozado. Antonio se revistió de valor, y dándose cuenta de que Dios esperaba de él en aquel momento un esfuerzo sobrehumano, apretó contra el cuerpo el brazo a punto de desprendérsele, y gritando vivas a Cristo Rey y a España se fue por su propio pie a la enfermería, dejando a los que le contemplaban, atónitos de admiración. Hubo que amputarle el brazo izquierdo en las condiciones que se pueden imaginar, en unos sótanos malolientes, a la luz de un candil de sebo de caballo, sin apenas anestésicos... Antonio resistió dando pruebas de un temple verdaderamente toledano.

 

Poco después de la operación Moscardó le visitó, y viendo su impavidez le felicitó, le besó en la frente y le dijo: "Riverita, te doy un beso en nombre de tu padre". ¡Ouién sabe si el heroico coronel se acordaría en aquel momento de su propio hijo Luis, fusilado como rehén pocos días antes! Y al salir de la enfermería iba repitiendo: lValiente, valiente este muchacho!

El postoperatorio fue terrible. El organismo de Antonio, con tantas penalidades. apenas si tenía defensas. Por otra parte, las condiciones sanitarias de aquella enfermería subterránea sin apenas agua ni medios de desinfección, apestosa y mal protegida de las balas que no cesaban de rebotar, dejaba mucho que desear. Al lado mismo del catre de Antonio, un guardia civil fue alcanzado y muerto por una de aquellas balas traicioneras. Heridos y agonizantes exhalaban quejidos de dolor o musitaban jaculatorias. Antonio iba perdiendo fuerzas y llegó a creer no llegaría a ver la liberación de la fortaleza. Pero el Señor permitió que viera cómo las tropas nacionales liberaban el Alcázar la noche 27 de septiembre, y a la mañana siguiente a su familia que andaba buscándole con angustia. Antonio procura levantar el ánimo de aquellos seres queridos que apenas si reconocen su rostro entre tanta barba y pelo mal cuidado... Antonio puede confesar y comulgar. Llora. Pero no del dolor, «sino porque hoy he comulgado y os he vuelto a ver». En camilla, penosamente, entre escombros y cadáveres insepultos, Antonio es conducido a su casa y reposa entre sábanas limpias. Su corazón encuentra motivos para alabar a Dios por las delicadezas que tiene para con él. Comenta a un periodista que le visita: «Para que vea usted cómo haciendo Ejercicios Espirituales se aprende a defender a España». Todavía pide a Dios que le deje sufrir más antes de morir. Y comulga cada día con gran fervor. Parece que hay indicios de mejoría. La cicatrización va bien, pero aparece una septicemia y hay que operar dos abscesos. A todo se somete Antonio sin quejarse. Dios permite que a los dolores físicos se añadan otros tormentos de soledad espiritual, para que la pasión sea más auténtica. Pasa las noches sin poder conciliar el sueño, casi sin poder rezar. Y repite: «Dame fuerzas, Señor. Yo no puedo, pero Tú sí». Especialmente las tres últimas semanas del mes de noviembre son terribles. Los dolores arrecian, la fatiga aumenta, se ahoga, siguen las intervenciones quirúrgicas...

 

En la madrugada del 20 su padre lo encuentra muy mal y se va llorando. a comunicarlo a su esposa. Han avisado al sacerdote y cuando éste sale de reconfortar al moribundo, se abraza al doctor Rivera y le dice sollozando: «¡Qué hijo tienen ustedes!». Antonio comenta a su hermana: «En los últimos Ejercicios pedí al Señor una prueba muy dura y me la ha concedido... Ahora estoy contento... ». Reclama a su padre y le dice. «Llamo al médico, no al padre. Dime si voy a morir». Su padre, con entereza, le informa del peligro de que falle el corazón y no reaccione. El sacerdote vuelve a entrar a hacerle la recomendación del alma y Antonio le dice: Estoy muy contento porque me voy al cielo». Y a sus padres: «¡Cuánto os quiero!». Y entre ternuras y delicadezas para disimular sus sufrimientos, manda encender todas las luces y musita: "¡Me voy al cielo lal cielo, pero vosotros estad tranquilos!". Ponen en sus labios una talla del Niño Jesús del Remedio a la que los rojos han amputado un brazo y Antonio le dice, tiernamente: «Eres manquito, como yo» y le besa en el muñón. Besa también un crucifijo que le acercan y una estampa de la Virgen que ha reclamado, con amor infinito. Y con un hilo de voz exhala aquel grito que tantísimos han gritado en España: «¡Viva Cristo Rey!» y expira. Eran las siete menos veinte de la tarde de aquel 20 de noviembre de 1936. Llovía y resonaban a lo lejos los fragores amortiguados de la guerra que seguía...

 

José Vernet Mateu