RECUERDOS EN EL CORAZÓN


Querido Padre:
¡Cuánto hemos de agradecerle! ¿Cómo podremos pagarle sus enseñanzas? Cuántas gracias hemos de darle a Dios por haberlo puesto en nuestro camino, ya que ha sido para todos nosotros como un guía.
La verdad es que, como todo pasó tan rápido, aún no me acabo de creer que ya no esté entre nosotros. Siempre pienso que de un momento a otro va a aparecer por cualquier lado con su habitual caminar y con su sonrisa de siempre.
Cuando el jueves día10, en el patio de la mañana, nos anunciaron que estaba muy grave, sólo deseaba despedirme de usted, si era la voluntad de Dios que se fuera al Cielo. Sentía un gran pesar en mi corazón, pero todo desapareció cuando salí de su habitación del hospital, porque, aunque veía que se nos iba al Cielo, por lo menos lo había visto. El día 11 volvíamos al hospital para verle por última vez. Tengo que confesar que esperaba con ansias que Dios, por mediación del obispo D. José Guerra Campos, le curara y le dejara algún tiempo más con nosotros, pero Dios, que es infinitamente más sabio que nosotros, quería ya hacerle partícipe de su Gloria.
Son muchos los recuerdos que conservo en mi corazón de usted y que difícilmente olvidaré.
Al despedirme de usted sólo puedo darle gracias y pedirle que desde el cielo nos proteja, no nos deje caer nunca en la hipocresía en la que vive el mundo, contra la que usted nos enseñó a luchar, y que seamos fieles a Cristo hasta el final, pues "Señor, ¿A quién iremos ? Tú tienes palabras de vida Eterna ".
¡Hasta el cielo, Padre!

Margarita Ruiz Gómez