HISTORIA DE UNA AMISTAD


Al iniciar este artículo, me pregunto hasta dónde habrán llegado las palabras, las enseñanzas del P. Alba; la respuesta es evidente: lejos, muy lejos. Pero donde sí sé que han calado profundamente es en mi alma.
Conocí al Padre cuando tenía 17 años y enseguida me llamó la atención su fuerte personalidad, su sabiduría. Recuerdo que pensé: "Por fin he encontrado a una persona con la que podré hablar de historia, filosofía, moral, pedagogía, política, de todo". Y así empezó nuestra amistad, una amistad de 20 años, 20 años de paseos, de charlas, de confesionario. Mi confianza en él era total. Un ejemplo de ello es que decidimos entre los dos que primero estudiaría historia y luego algo de biología.
Ya echo de menos nuestras conversaciones sobre los chicos del Colegio (él despertó mi vocación a la docencia), sobre las situaciones actuales..., pero sobre todo en las que hablábamos de los misterios divinos, gozaba escuchándole; era evidente que Dios le amaba tanto que seguro se comunicaba con él en locuciones interiores.
No se piensen, nuestra amistad no fue siempre un camino de rosas, hubo también espinas: enfados y discusiones por mi parte. Sé que le decepcioné muchas veces y he llorado por ello. Ahora me viene a la memoria un recuerdo que llena de nuevo mi corazón: Una vez en la que yo no estaba presente habló de mí con alguien, diciéndole "ha sido una gran directora en un laboratorio y ahora es una doctora con muchos conocimientos de historia". Como ven, no hizo más que alabarme (ahora, tras su muerte, me he enterado que lo dijo muchas veces e incluso en las clases), pero cuando se dirigía a mí directamente, me exigía el máximo, me decía que me estaba "durmiendo", e incluso alguna humillación en público hubo; pero, ¡cuánto me ayudó en mi forma de ser su actitud!
Le doy gracias a Dios por haberme permitido estar al lado de una persona extraordinaria. El Padre siempre estuvo allí, a mi lado, solucionando mis dudas, enseñándome todo lo que él sabía, también cuando terminé la carrera, cuando llegué exhausta al Cebreiro, cuando murió mi padre, cuando murió mi madre prometiéndole que él cuidaría de mí (como si no tuviera otras cosas más importantes que hacer, pero para él todos sus hijos éramos lo más importante de su vida), cuando mi salud enfermiza se quebraba,. .. y así en los demás acontecimientos y vicisitudes de mi vida.
Ésta es, a grandes rasgos, la trayectoria de mi vida junto al Padre. Gracias, Padre Alba, por permitirme estar a su lado.

Juana Expósito Araujo