¡GRACIAS, PADRE... INTERCEDA POR NOSOTROS!

Se nos ha ido el Padre, pero hemos ganado a un intercesor, y por si eso fuera poco, nos ha dejado en heredad, entre otras cosas, su Fundación, la Sociedad Misionera de Cristo Rey, constituida en su rama masculina por once sacerdotes y, en su rama femenina, por cinco misioneras. ¿Qué más se le puede pedir...? Eso sería suficiente para decir que su vida se gastó en el servicio de Cristo y su Iglesia, y justificar su paso por este mundo. ¡Pero no!, la vida del Padre ha sido mucho más fecunda...
Le conocimos en la basílica de la Merced el treinta y uno de octubre de mil novecientos setenta y cuatro. El Padre estaba rondando la cincuentena. Llevaba unos treinta largos en la Compañía y unos dieciséis de sacerdote. Eran los prolegómenos de las Jornadas Nacionales "cero". La forma de establecer este primer contacto con él y la Unión Seglar, para unos sería un poco rocambolesca, para mí fue, sencillamente, providencial. Y así, el que no le había conocido durante su estancia en el colegio de Montesión, le encontraba en su camino diecisiete años más tarde. Nos causó impacto al verle llegar a la Merced, con su sotana (eran años posconciliares y los hábitos se veían cada vez menos). Rezamos en el camarín de la Virgen el santo rosario y al final nos convocó para el día siguiente. Eran, aproximadamente, las siete de la tarde, vigilia de Todos los Santos. Habíamos establecido un primer contacto con el Reverendo Padre José María Alba, S. I.
Y al día siguiente, en San Ignacio de Sarriá, pudimos conocer a la Unión Seglar. A partir de estas fechas, impresas a fuego en nuestro corazón, hemos recibido el regalo –la gracia de haber vivido al lado de un santo. Hombre de talla humana y espiritual extraordinaria. Su labor de titán, su espíritu de sacrificio, su entrega a la labor apostólica, han sido únicas. Ante él no era posible permanecer neutral: o con él o en su contra, al igual que sucedió con Jesús en su paso por las tierras palestinas, hace veinte siglos. Cuántas veces hemos dicho: ¡Qué lástima no tener, de forma continua, un Padre Alba en Mallorca!
Hemos conocido, en estos tiempos de cobardías, componendas, deserciones y traiciones, al hombre, sabio y santo, que por permanecer fiel a la llamada de Dios a la perfección, lo ha sacrificado todo. Siempre dispuesto a lo que hiciera falta para ayudar al que lo necesitaba, para estar junto al enfermo, junto al pobre, para formar a los niños, jóvenes y adultos. Ha sido de aquellos que han sabido poner la mano en el arado, sin volver la vista atrás... cargó con su cruz y siguió hasta el último aliento al que es camino, verdad y vida. Su celo por la gloria de Dios y el bien de las almas le llevó a arrastrar celos, envidias, calumnias y persecución, pero nunca se amilanó. Ha sido un testigo de la verdad en la caridad. Todo le parecía poco en el servicio a la Iglesia. Lamentablemente, algunas persecuciones por él sufridas con paciencia procedieron de aquellos de quienes podría haber esperado una bendición y unas palabras de aliento. El Padre ha sido un sacerdote según el corazón de Cristo.
Recuerdo que en cierta ocasión, soy testigo de ello, que habiendo podido zanjar una delicada cuestión por la "vía de apremio", no quiso tomar decisión alguna, ya que él se veía involucrado a título personal, y declinó esta responsabilidad en manos de un seglar.
Su grandeza de corazón es de admirar. Siempre estuvo en la primera línea de combate. Y combatió, como nos aconseja san Pablo, los nobles combates de la fe. Nunca dio un paso atrás. Lo sacrificó todo en el seguimiento de la bandera de Cristo Rey. Su lema en el combate fue el de los místicos españoles: "A Dios rogando y con el mazo dando". Hombre de oración y acción, no desaprovechó un solo momento de su vida, siempre asido a sus armas: el rosario y la cruz, y enarbolando las banderas de sus amores: la del Vaticano y la de la España católica.
Alguna que otra vez, los que no le conocían, o sus adversarios, podrán haber pensado que el Padre era un tanto "duro" en su forma o fondo al expresarse... Creo que los versos puestos por Pemán en boca de Javier son aplicables al Padre y explican este supuesto exceso de rigor. Son éstos:

Y perdonadme, señora,
si en el apresuramiento
fui algo duro en el acento
y no endulcé la sonrisa.
Soy más amigo del viento, señora,
que de la brisa.
Que hay que hacer el bien de prisa
que el mal no pierde momento.

Y qué decir de su filial devoción por la Madre del Redentor. Las peregrinaciones a sus santuarios, que el Padre encabezaba, son innumerables. Durante veintitrés años consecutivos peregrinó, a pie, unos años desde Palma, otros desde Inca, hasta el santuario de la que es Patrona y Reina de Mallorca, "la Moreneta", Ntra. Sra. De Lluc... Este año, Padre, le echaremos en falta, porque los que hemos tenido la dicha de ser sus hijos, y aun teniendo la mirada hacía el cielo, por tener los pies en la tierra, no dejamos de sentir el vacío que Vd., al romper con el tiempo y el espacio, ha dejado en nosotros.
Ahora sólo nos queda permanecer fieles a la doctrina y obra apostólica que el Padre nos ha legado. Para ello, nada mejor que permanecer en nuestro puesto de combate, a las órdenes de aquellos que el Padre nos ha dejado, para que ocupen su lugar. Es necesario pedir en nuestra oración, insistentemente, por esos sacerdotes que son, y han de ser, nuestros guías. No dudo que el Padre intercede por nosotros, y que nos alcanzará, a través de la Santísima Virgen, que su Hijo, el Jesús de la Misericordia, nos bendiga con toda suerte de gracias, para que, finalmente, podamos gozar con él de la bienaventuranza eterna.
¡Gracias, Padre.. Interceda por nosotros!
Francisco Suñé Figuera