LA ESPERANZA EN EL TRIUNFO DEL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

Supuesta la sentencia de Aristóteles: "Los errores dan testimonio de la verdad, no sólo porque se apartan de ella, sino, incluso, unos de los otros"(*) , no es de extrañar que la historia de las herejías se haya desarrollado según un proceso dialéctico.
(*) Citado por Santo Tomás en Contra Gentes L4, C7.

Así mientras Nestorio defendió que lo primero que hubo en Jesús de Nazareth fue un puro hombre, Valentín y otros sostuvieron que nunca hubo realmente un hombre en Cristo, pues rechazaron la realidad material de su cuerpo. Los nestorianos ensalzaban al hombre hasta hacerlo capaz de ser como Dios, ya que sostenían que el hombre mereció ser hecho Hijo de Dios. Los otros rebajaron el poder de Dios hasta reducirlo al poder del hombre, ya que no reconocieron que Dios fuera tan poderoso que pudiera hacerse hombre. Los primeros pretendían que era posible al hombre lo mismo que a Dios y los segundos no quisieron admitir que lo que no es posible al hombre, lo pudiera Dios, cuando en realidad sabemos que "lo que es imposible al hombre es posible a Dios"(*) . Nada de Cristo existió sin ser de la Segunda Persona Divina, excepto la materia, que tomó de su Madre como los demás hombres. Pero la Encarnación del Verbo Divino alcanza hasta lo más ínfimo de la materialidad del cuerpo de Cristo.
(*) Lc 18,27

Pelagio pretendía que el hombre se justifica a sí mismo y Lutero que ni Dios puede justificar al hombre. Se ve un paralelismo perfecto entre el par Nestorio y Valentín y el par Pelagio y Lutero. Nestorio y Pelagio afirmaban que "el hombre puede hacerse Dios" y "que el hombre puede hacerse bueno", mientras que Valentín y Lutero negaban, respectivamente, "que Dios pudo hacerse hombre" y que "Dios podía hacernos buenos". Nada de la obra buena se hace sin la gracia. Pero como esa obra es toda del justo y toda de Dios porque la gracia no destruye la naturaleza sino que la sana y la eleva y así la salva, puede decir la liturgia de los santos que cuando Dios los premia "corona sus propios dones". Sin Cristo nada podemos hacer pero la acción salvífica de la Gracia llega hasta lo más recóndito del obrar humano, hasta la más íntima disposición del corazón del hombre. Por eso, la historia de la Iglesia es la historia de las maravillosas obras de sus santos.

Ese par de herejías contradictorias se manifiesta hoy en el ámbito humanista. Por un lado, los que pretenden que el hombre llega a su bienaventuranza por un desarrollo progresivo al alcance de sus propias fuerzas y, por otro, los que, pensando que Cristo no puede triunfar en la historia, propugnan aquella religiosidad vaporosa que queda desencarnada del quehacer humano. No se desea aquel estado de cosas en que "la Fe, haciéndose historia en los hombres, llega incluso a hacer cristiana la cultura", como nos decía Juan Pablo II en Santiago de Compostela en el verano de 1989.

El progresismo contemporáneo es el ejercicio del pecado original en plena acción, la continuidad en el intento contumaz de edificar la torre de Babel, a lo que muchos no saben más que oponer una beatería catastrofista. El eclecticismo consensuado de la versión moderna de ese par de herejías contradictorias, lleva al colaboracionismo inmoral con el espíritu del mundo, diluido en el fariseísmo de una liturgia hipócrita. Es la democracia pseudo religiosa que, política y socialmente, en forma de dictadura inapelable, viene sufriendo el pueblo cristiano fiel a la verdad desde hace ya mucho tiempo en todo el mundo.

El patrocinio de San José, Padre Mesiánico de Nuestro Señor Jesucristo,(*) debe ser considerado ahora como un catalizador sobrenatural que acelere la eficacia del manto azul del Corazón Inmaculado de María contra tanta desgracia.
(*) "El nombre de la paternidad de San José". José Ma Solé Romá C.M.F. "Iglesia Mundo", marzo 1991.

«María ha sido la vencedora de todas la herejías en el universo mundo»(*) . Aquel popular "Viva María Madre de Dios" que siguió al concilio de Efeso, fulmina a la vez los errores de Nestorio y Valentín. Porque María es Madre de Dios, se entiende a la vez que Cristo es Dios y hombre verdadero. María Inmaculada brilla igualmente disipando las tinieblas de Pelagio y de Lutero. Nada puede hacer María para comenzar su ser desde una Inmaculada Concepción y, a la vez, queda claro que la justificación de la gracia puede barrer, real y verdaderamente, hasta la menor brizna de pecado. Igual que la Maternidad Divina de María ilumina el misterio de la Encarnación, la Mater Divinae Gratiae alumbra la verdad sobre la justificación. De la misma manera, la que es Madre de Cristo y Madre de la Divina Gracia, es Madre de la Iglesia Universal y como el misterio de Cristo y de su Iglesia concierne a todos los hombres, una vez más, es María la Madre que vence sobre los engaños de la herejía. La glorificación de María aparta de la tentación de creer que el hombre se realiza exclusivamente por sus propias fuerzas y, además, manifiesta que la acción de la Gracia alcanza hasta las más elementales realidades humanas. Llega hasta el vino de las bodas(*) .
(*) "Dios, en el correr de los siglos, ha puesto de manifiesto clara y espléndidamente que María sola, la santísima Virgen Madre de Dios, ha terminado con todas las herejías, y así lo canta ahora con toda razón la santa Iglesia". (Pío XII, Epist. apost, "Cunctas haereses", 20 de junio de 1946).
Numerosas citas pueden verse en "Doctrina Pontificia, Documentos Marianos, B.A.C. no 128, indice alfabético: "Victoriosa".
(*) Jn 2,1 12

La verdad del triunfo final del Corazón Inmaculado de María ayuda la Fe y anima la Esperanaza cristianas en medio del mundo en estos tiempos apocalípticos, porque no sólo espera el juicio de Dios sobre los asesinos de los mártires, sino que también ve la luz del Reino de Cristo en el resplandor de la Nueva Jerusalén que desciende del cielo(*) y hace de la tierra como un nuevo paraíso, graciosa antesala de la visión beatífica en la eternidad que seguirá a la historia.

Es fácil ver que esta doctrina esta contenida en el tesoro de la Revelación. María no podría decir que "será llamada bienaventurada por todas las generaciones"(*) si, al final de la historia, la vida religiosa quedara relegada a los rincones de algunas sacristías, y ese fuera el ideal más perfecto de cómo las culturas y civilizaciones reconocieran el misterio de amor por el que Dios dio su Hijo al mundo.
(*) Lc 1,48

La bestia del mar tiene potestad sobre tribus y pueblos y lenguas y naciones(*) , pero el Evangelio eterno debe anunciarse también a todos ellos(*) , y, al final, toda criatura del cielo, la tierra, el mar y lo que está debajo, dará gloria y honor al Cordero por los siglos de los siglos(*) .
(*) Ap. 13,5 7
(*) Ap. 14,6 7
(*) Ap. 5,11 14

El pueblo cristiano, al contemplar el quinto misterio glorioso del Santo Rosario y proclamar la Coronación de María sobre todo lo creado, no excluye de entre "lo creado" la historia de los hombres.

Lourdes representó un eco celestial de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción de María. La verdad del Triunfo de su Corazón Inmaculado, podría ser un fruto fecundo de sus apariciones en Fátima.

Así, una vez más, el corazón de una madre es el faro seguro que ilumina las mentes de los hombres de nuestro tiempo, unos, ensoberbecidos en la confianza excesiva de sus propias fuerzas y, otros, desesperados de que Dios no pueda más que castigar al mundo con su destrucción. Al calor del Corazón Inmaculado de María se entiende bien la centralidad del misterio de Cristo en la creación entera: "Que Dios le resucitó de entre los muertos, le sentó a su derecha en los cielos, por encima de todo principado, potestad, poder y dominación y de todo nombre, no sólo en este mundo, sino también en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies y lo dio como cabeza sobre todo a la Iglesia, que es su cuerpo, la plenitud del que lo acaba todo en todos"(*) . Así se afirma la verdad sin reducir las expresiones bíblicas al milenarismo carnal, ni haciéndolas vaporosas como una religión no encarnada, en una Jerusalén que no "desciende del cielo"(*) hasta las últimas realidades económicas y políticas, artísticas y científicas, familiares y sociales.
(*) Ef. 1,20 23
(*) Ap. 21,1 5

Animemos la gozosa esperanza de aquel día en que toda la tierra estará llena, "como llenan las aguas el mar"(*) , del reconocimiento de que, por la súplica del Corazón Inmaculado de María, "la creación entera habrá consumado el parto de la liberación de los Hijos de Dios"(*) en Cristo Jesús, Señor nuestro, Rey de reyes y Señor de señores(*) .
(*) Is. 11,9
(*) Rm 8,21 22
(*) Ap. 19,16

Manuel Ma. Domenech I.