ABBA, PADRE

Sólo por haberme absuelto de mis pecados ya se merece todo mi agradecimiento. Pero Vd., Padre Alba, es mucho más que eso para mí.
Cuando yo tenía doce años y perdí a mi padre, mi madre y mi tía Nieves nos llevaron, a mis hermanas y a mí, al Centro de la Unión Seglar. Desde aquel momento Vd., Padre, se convirtió en mi segundo padre.
Siempre se comportó como tal. La formación que recibí de Vd. completó la que había "mamado" en casa. Una formación excelente, no por méritos propios, sin duda, sino por don gratuito de Dios. Sin Vd. yo no estaría ahora donde estoy ni sería la persona que soy.
No me olvido de las "broncas" que me dio en el Centro. ¡Y benditas broncas! Sí, porque una intuía dos cosas. Primera: Si las daba era porque te quería. Segunda: No quería "niñatos", sino hombres y mujeres recios. Y una aguantaba, clavada en su silla, roja como un tomate y a punto de llorar, porque en el fondo sabía que aquello era para su bien. Y una volvía el sábado siguiente con más ganas, porque sabía que estaba recibiendo justamente lo que necesitaba.
Gracias a Vd., Padre mío, hice mis primeros Ejercicios Espirituales y entré en la Congregación de las Hijas de María a los quince años. ¿Cómo olvidar lo aprendido durante tantos años de campamentos, marchas, cursillos...?
¿Cómo olvidar cuando, habiendo muerto mi sobrino Miguel Angel, Vd. me acompañó a la funeraria y a rellenar papeles, como eso, como mi padre?
No olvidaré nuestras largas conversaciones pasillo arriba pasillo abajo del largo "hall" del Colegio, en las que siempre me hablaba en mi lengua materna, el catalán, para mostrarse más cercano a mí. Volqué en Vd. mis inquietudes de una vida más perfecta; Vd. volcó en mí su confianza, y haciendo conmigo las veces de padre, junto con mi madre me acompañó a Sevilla para que ingresara en las Hermanas de la Cruz. No dudó ni un momento en emprender un viaje de 2.400 km. conduciendo todo el tiempo. Nunca olvidaré aquel gesto, como tampoco olvidaré sus palabras cuando al cabo de siete días yo ya estaba de vuelta y, al ir a verlo a Sentmenat, me dijo: "¡Pero, qué alegría verte! ¡Ya te estaba echando de menos!" ¡Cuánto me alegro yo, Padre de mi alma, de haber vuelto con Vd. en aquellos difíciles momentos en que pude haberme torcido irreversiblemente! ¡Dios se lo pagará todo!
Pasaron los años y yo seguía buscando. Vd. sabía que yo era "un alma itinerante". Hace ya seis años que estoy feliz en la vocación que Dios me tenía destinada. Trabajo en medios de comunicación en Lumen Dei. Soy una misionera "periodística y radiofónica". Vd. siempre nos ayudó. ¡Cuántas personas de la Unión Seglar han pasado y pasan por la radio gracias a Vd.!
En la calle Xuclà de Barcelona, desde los Superiores hasta la gente que viene por la casa, todo el mundo estaba pendiente de su enfermedad y de sus últimas horas. Ahora todos le encomendamos a Dios y nos encomendamos a Vd. para que nos siga ayudando desde el cielo.
Las personas con las que trato habitualmente me dicen: "Es que tú tienes muchos amigos...", "Conoces a tanta gente...", "Personas como éstas ya no corren..." Y yo les digo: "Claro, es la gente del Padre Alba". Amigos que son de toda la vida y para toda la vida.
Doy gracias a Dios y a la Virgen por haberle puesto en mi camino. Usted, Padre, en mi vida, ha sido una ráfaga de amor y luz, un destello de lo que nos espera en la Vida verdadera.

Mª Esperanza Sanmartí