RESISTENCIA FRENTE A LA APOSTASÍA

El pasado día 11 de enero nos dejó, tras una fulminante enfermedad, el P. José María Alba Cereceda, S. I. Fue un bastión en la resistencia frente a la apostasía que ha azotado en los últimos decenios a la Iglesia, a España y al mundo entero. Conocí al P. Alba hace doce años. No podrá pasar inadvertido por las vidas de los que tuvimos la suerte de tratarle. Jesuita íntegro, se mantuvo siempre fiel al espíritu de San Ignacio. Cincuenta y nueve años en la compañía y cuarenta y cuatro de sacerdote. Sufrió como pocos por la defección de la Compañía de Jesús. En 1999, peregrinando a Santiago, le negaban siquiera un trozo de suelo en Javier para pasar la noche. Los insectos arreciaron el campo donde hubo que pernoctar, mas un aguijón mucho más doloroso hería el corazón del intrépido jesuita. Para responder a esta crisis y transmitir su espíritu ignaciano, fundó la Asociación de Sacerdotes y Religiosos de San Antonio María Claret, y más tarde la Sociedad Misionera de Cristo Rey. Sus inquietudes encontraron cobijo en la sotana de monseñor Guerra Campos, obispo de Cuenca, que habría de morir en el Colegio que él regentaba en Sentmenat. El P. Alba podría haber firmado también como "el peregrino". En sus habituales peregrinaciones a Santiago, Montserrat, la Santa Cruz del Bartolo, en Castellón, o el Lluc, en Mallorca, nos dibujaba el soldado católico que debíamos ser en medio de los tiempos que corren: el que escapa del mundo y de sus modas y pecados, que tanto ofenden al Señor, el que recibe y cumple el mensaje de Fátima y se mortifica y reza, el que evita la vida cómoda y relajada y tiene sus ojos puestos en el Cielo. Fue un gran devoto de la Virgen María. Nos presentaba a la Madre bendita como solución para el tiempo actual. Fomentó incansablemente el rezo del Santo Rosario y la devoción al escapulario del Carmen. La revista Ave María es otro de sus legados, al servicio de Nuestra Señora. "Los jóvenes que deben vigorizar a la Iglesia y reconstruir la Patria nos decía , no saldrán de las discotecas ni verán la televisión, sino que estarán permanentemente en contacto con la base, el Corazón de Jesús". En estos tiempos de permisividad y relajación de costumbres, la moral que enseñó el P. Alba, y que se practicó y se practica en sus entornos. es sin duda hegemónica en España en fidelidad al Evangelio. Las mujeres especialmente le deben mucho. Él levantó la bandera de la mujer imitadora de María en todos sus hábitos y sus formas, frente a la mujer objeto, degradada y alejada de su consustancial feminidad. Por eso florecieron a su alrededor, vestidas con la belleza de la Purísima, innumerables vírgenes consagradas a Dios en la contemplación y en la misión, y también familias numerosas que son como un oasis inaudito en medio de una España esterilizada. Las escuelas del P. Alba para la enseñanza y práctica de estas virtudes fueron los campamentos y colonias de verano, para niños y jóvenes, auténticos viveros donde crece al amor a Dios y a España. Nunca dejó de inculcar allí el ejemplo que él tenía por savia vivificadora de tantas enseñanzas para la vida: la sangre de los mártires, especialmente los de la Cruzada de 1936. Predicó constantemente tandas de Ejercicios Espirituales de San Ignacio, ese método tan eficaz de conversión, tan olvidado hoy. Yo estuve en una de aquellas inolvidables tandas. El amor al Santísimo Sacramento le abrasaba el corazón, y propagó turnos de Adoración Nocturna infatigablemente en la capilla del Colegio Corazón Inmaculado de María, en la parroquia de San Félix Africano y en el Templo Expiatorio del Tibidabo. Ofreció su enfermedad por la Compañía de Jesús, por la conversión de Rusia y de los judíos y por la salvación de España. Rezó a monseñor Guerra Campos pidiéndole la curación, con el fin de obtener el milagro que impulsara el proceso de beatificación del Obispo. Pero dijo que no quería curarse si la vida le daba ocasión de cometer un solo pecado. "Tuvo en su boca doctrina de verdad y no hubo iniquidad en sus labios, anduvo conmigo en integridad y rectitud y apartó del mal a muchos, pues los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría y de su boca ha de salir la doctrina, porque es un enviado de Yavé de los ejércitos." (MalaquíaS 2, 6 7). "No saldrá del Santuario el Sacerdote, para que no lo contamine, porque está ungido con aceite santo de Dios." (Levítico 21, 12). Padre Alba, descanse en paz. Ruegue por nosotros.

Camilo Menéndez Piñar